viernes, 18 de septiembre de 2009

LA LEYENDA DE BILL BRYSON. El hombre que se atrevió a escribir un libro de divulgación científica “molestamente libre de errores”


“Molestamente libre de errores”. Esta expresión fugaz, impertinente, cuasi despótica y de profundo reconocimiento puesta en boca de un científico de más alto nivel (que, además, pide permanecer en el más estricto anonimato), es un elogio en toda regla para Bill Bryson, por su trabajo en el libro Una breve historia de casi todo. Nadie identifica al científico que profirió un elogio tan envenenado y, por este motivo, me atrevo a decir que aquí empieza la leyenda de Bill Bryson.

Como sucede en las leyendas, Bill Bryson sólo ha publicado un libro de divulgación científica. Su especialidad son los libros de viajes y lingüística. Pero a pesar de esta escasa experiencia en divulgación científica, Bill ha conseguido construir un texto explicativo, científico, próximo y veraz como pocos:

«Un átomo solo es, en el fondo, imposible de imaginar, pero podemos intentarlo.
»Empieza con un milímetro, que es una línea así de larga: -. Imagina ahora esa línea dividida en mil espacios iguales. Cada uno de esos espacios es una micra. Ésta es la escala de los microorganismos. Un paramecio típico, por ejemplo (se trata de una diminuta criatura unicelular de agua dulce) tiene unas dos micras de ancho (0,002 milímetros), que es un tamaño realmente muy pequeño. Si quisieses ver a simple vista un paramecio nadando en una gota de agua, tendrías que agrandar la gota hasta que tuviese unos doce metros de anchura. Sin embargo, si quisieses ver los átomos de esa misma gota, tendrías que ampliarla hasta que tuviese 24 kilómetros de anchura.»

Si existiera un decálogo de la divulgación científica, Bill Bryson, sería uno de sus mejores ejemplos. Como hemos visto, es capaz de situar a escala humana las unidades de mediada inabarcables de la ciencia moderna. Humaniza las unidades, como humaniza los científicos contiguyendo a hacer sus vidas aún más legendarias, si cabe:

«Newton era un personaje decididamente raro, sumamente inteligente, pero solitario, triste, puntilloso hasta la paranoia, con fama de distraído —cuentan que había veces que, al sacar los pies de la cama por la mañana, se quedaba allí sentado varias horas, inmovilizado por el súbito aluvión de ideas que se amontonaban en su mente— y capaz de las excentricidades más fascinantes. Se construyó un laboratorio propio, el primero de Cambridge, pero luego se dedicó a los experimentos más estrambóticos. En cierta ocasión se insertó una aguja de jareta (una aguja larga de las que se usaban para coser cuero) en la cuenca ocular y recorrió con ella el espacio «entre el ojo y el hueso, lo más cerca posible de la parte posterior del ojo», sólo para ver qué pasaba. No pasó nada, milagrosamente... al menos nada perdurable.»

Y hace todo lo posible para hablar a un lector con sencillez. Tal vez, una de las claves de su proximidad sea el uso del sentido del humor:
«¿Has oído hablar de radiación cósmica de fondo, procedente de la mismísima Gran Explosión del principio del universo? Si conectas la televisión en cualquier canal que el aparato no capte, aproximadamente el uno por ciento de la «nieve» o ruidos estáticos que danzan en la pantalla se explican por ese viejo residuo del Big Bang. La próxima vez que te quejes de que no hay nada interesante que ver en la tele, recuerda que siempre puedes echar un vistazo al nacimiento del universo.»

En algún momento de su lectura tuve la impresión de que ahondaba demasiado en la vida de los científicos y que la explicación de los avances que estos realizaban se perdían con cada salto de párrafo. Sin embargo, pensé, en sus vidas encontramos la motivación para los avances que cada uno de ellos ofreció a la humanidad. Y, finalmente, las anécdotas biográficas de los grandes de la ciencia y los encuentros personales con investigadores actuales se articulan con nexos de retención: el lector de base le resulta más fácil recordar historias, como a quien le narran una leyenda, que argumentos y tesis.

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Hay otros que opinan sobre este libro

  1. Una opinión desfavorable en El blog de Fermín Serrano.
  2. Una opinión a favor en Papel en blanco
  3. Por la boca muere el pez publica una reseña muy positiva que apareció en El correo

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