martes, 6 de octubre de 2009

Este hombre puede ganar hoy el premio Nobel

Explicar a qué se dedica Ignacio Cirac es tan complicado como comprender un problema en el que un gato está vivo y muerto al mismo tiempo, o en el que un dado es lanzado contra un tablero y el resultado son su seis caras al mismo tiempo. Y sin embargo, dicho por él, con sus palabras, todo parece accesible. Ignacio Cirac es un físico especializado en la teoría cuántica de la infromación, que es como hablar de un sistema de transmisión de la información infinitamente seguro.

Hace unos meses en la televisión autonómica de Catalunya, TV3, le hicieron una entrevista brillante. Para aquellos que no entiendan el catalán (Cirac responde siempre en castellano), el periodista le señala como aspirante al Nobel y hoy, Ignacio Cirac, es uno de sus firmes candidatos.

martes, 29 de septiembre de 2009

Alegraos: « ¿¡Con la crisis vivimos mejor!? »

Según defiende un reciente estudio, durante la Gran Recesión, la esperanza de vida aumentó en Estados Unidos gracias a la grave situación económica, precisamente.
En periodos de carestía las personas en edad laboral que están sin trabajo duermen más horas y aquellas que sí lo tienen trabajan más relajadas por el descenso del volumen de tareas. El aire está más limpio, a causa del descenso de la producción industrial, y se consume menos tabaco y alcohol, por el descenso de la capacidad adquisitiva. Estas consecuencias de la depauperación que experimentó Estados Unidos en la década de los años 30, contribuyeron a aumentar la esperanza de vida en 6,2 años y, al mismo tiempo, mejoraron en estado de salud de la población. A grades rasgos esta es la conclusión a la que llega el estudio “Life and death during the Great Depression”, de José A. Tapia Granadosa, Ana V. Diez Roux.
Leer este artículo me ha producido cierta extrañeza y, empujada por esta sensación, me he puesto a buscar estudios similares. Me llamaba la atención los puntos de conexión entre este estudio y una noticia que leí recientemente (“El bosque se llena de parados en busca de setas para vender”, el bosque es más saludable que muchos polígonos, pensé).
Poco me ha costado encontrar un reciente estudio cuasi opuesto: aunque la esperanza de vida suba ¿Qué calidad de salud mental tienen aquellos que sufren la crisis? El psiquiatra Robert T. London publicó el estudio “Economic Turmoil and Mental Health” donde afirma que con la reciente crisis económica se ha registrado un aumento de enfermedades como el estrés, la ansiedad, la depresión y el insomnio.
Según este psiquiatra, la Gran Depresión no sólo afectó a la generación de adultos que sufrió una oleada de despidos, carencias, colas de abastecimiento... Hoy se sabe que los estándares de comportamiento y enfermedades mentales de la siguiente generación fueron distintos a los de sus padres y se produjo un aumento de los índices de fobias y ansiedad.

NOTA MENTAL: Los dos estudios que aquí cito surgen de dos campos que no tienen nada en común. Tampoco el objeto de estudio es el mismo, pues el uno habla de demografía y esperanza de vida, y el otro de psicopatologías. Cualquier periodista puede fundirlos en un texto, como es el caso, y enfrentar sus ideas.
ALERTA, Es algo relativamente fácil de que pase en cualquier reportaje: el acceso global a la información también ha convertido en globales las fuentes de información.


Los dos artículos

viernes, 18 de septiembre de 2009

LA LEYENDA DE BILL BRYSON. El hombre que se atrevió a escribir un libro de divulgación científica “molestamente libre de errores”


“Molestamente libre de errores”. Esta expresión fugaz, impertinente, cuasi despótica y de profundo reconocimiento puesta en boca de un científico de más alto nivel (que, además, pide permanecer en el más estricto anonimato), es un elogio en toda regla para Bill Bryson, por su trabajo en el libro Una breve historia de casi todo. Nadie identifica al científico que profirió un elogio tan envenenado y, por este motivo, me atrevo a decir que aquí empieza la leyenda de Bill Bryson.

Como sucede en las leyendas, Bill Bryson sólo ha publicado un libro de divulgación científica. Su especialidad son los libros de viajes y lingüística. Pero a pesar de esta escasa experiencia en divulgación científica, Bill ha conseguido construir un texto explicativo, científico, próximo y veraz como pocos:

«Un átomo solo es, en el fondo, imposible de imaginar, pero podemos intentarlo.
»Empieza con un milímetro, que es una línea así de larga: -. Imagina ahora esa línea dividida en mil espacios iguales. Cada uno de esos espacios es una micra. Ésta es la escala de los microorganismos. Un paramecio típico, por ejemplo (se trata de una diminuta criatura unicelular de agua dulce) tiene unas dos micras de ancho (0,002 milímetros), que es un tamaño realmente muy pequeño. Si quisieses ver a simple vista un paramecio nadando en una gota de agua, tendrías que agrandar la gota hasta que tuviese unos doce metros de anchura. Sin embargo, si quisieses ver los átomos de esa misma gota, tendrías que ampliarla hasta que tuviese 24 kilómetros de anchura.»

Si existiera un decálogo de la divulgación científica, Bill Bryson, sería uno de sus mejores ejemplos. Como hemos visto, es capaz de situar a escala humana las unidades de mediada inabarcables de la ciencia moderna. Humaniza las unidades, como humaniza los científicos contiguyendo a hacer sus vidas aún más legendarias, si cabe:

«Newton era un personaje decididamente raro, sumamente inteligente, pero solitario, triste, puntilloso hasta la paranoia, con fama de distraído —cuentan que había veces que, al sacar los pies de la cama por la mañana, se quedaba allí sentado varias horas, inmovilizado por el súbito aluvión de ideas que se amontonaban en su mente— y capaz de las excentricidades más fascinantes. Se construyó un laboratorio propio, el primero de Cambridge, pero luego se dedicó a los experimentos más estrambóticos. En cierta ocasión se insertó una aguja de jareta (una aguja larga de las que se usaban para coser cuero) en la cuenca ocular y recorrió con ella el espacio «entre el ojo y el hueso, lo más cerca posible de la parte posterior del ojo», sólo para ver qué pasaba. No pasó nada, milagrosamente... al menos nada perdurable.»

Y hace todo lo posible para hablar a un lector con sencillez. Tal vez, una de las claves de su proximidad sea el uso del sentido del humor:
«¿Has oído hablar de radiación cósmica de fondo, procedente de la mismísima Gran Explosión del principio del universo? Si conectas la televisión en cualquier canal que el aparato no capte, aproximadamente el uno por ciento de la «nieve» o ruidos estáticos que danzan en la pantalla se explican por ese viejo residuo del Big Bang. La próxima vez que te quejes de que no hay nada interesante que ver en la tele, recuerda que siempre puedes echar un vistazo al nacimiento del universo.»

En algún momento de su lectura tuve la impresión de que ahondaba demasiado en la vida de los científicos y que la explicación de los avances que estos realizaban se perdían con cada salto de párrafo. Sin embargo, pensé, en sus vidas encontramos la motivación para los avances que cada uno de ellos ofreció a la humanidad. Y, finalmente, las anécdotas biográficas de los grandes de la ciencia y los encuentros personales con investigadores actuales se articulan con nexos de retención: el lector de base le resulta más fácil recordar historias, como a quien le narran una leyenda, que argumentos y tesis.

Para ojear el libro antes de comprarlo, haced clic aquí.

Hay otros que opinan sobre este libro

  1. Una opinión desfavorable en El blog de Fermín Serrano.
  2. Una opinión a favor en Papel en blanco
  3. Por la boca muere el pez publica una reseña muy positiva que apareció en El correo